Por una visión integral de la memoria

Aquí os acerco el discurso íntegro que en calidad de presidente de la Federación Navarra de Municipios y Concejos pronuncié el sábado 18 de febrero durante el reconocimiento a las víctimas por actos de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos que, organizado desde el Gobierno de Navarra, tuvo lugar al medio día en el claustro del Departamento de Cultura, Deporte y Juventud.

Estimadas presidentas del Gobierno y del Parlamento de Navarra, amigos, amigas:

Buenos días, egun on.

Es una obligación moral, y a la vez un honor, participar en este acto en el que las instituciones de Navarra RECONOCEMOS públicamente la condición de víctimas de quienes sufrieron, en las últimas décadas, la violencia de los grupos de extrema derecha o de funcionarios públicos. VICTIMAS que han tenido que cargar además durante tanto tiempo con el olvido institucional, cuando no con el estigma de la culpabilidad misma.

Desde mi condición de alcalde y presidente de la Federación Navarra de Municipios y Concejos, siento el deber de compartir con las otras instituciones políticas de nuestra Comunidad este gesto hacia quienes hoy estáis aquí presentes, y a hacia quienes de forma simbólica representáis.

Como ser humano, me siento aludido por valores como la justicia y la solidaridad, valores que presiden, sin duda, este acto. Es una obligación ética para cualquier persona manifestar su solidaridad con aquellos que han sufrido la violencia de sus semejantes.

Desde mi humilde condición de alcalde, pero también desde la dignidad que comparto con vosotros y vosotras como ser humano, quiero expresaros hoy, pues, mi reconocimiento.

Y quiero pediros también que me permitáis estar cerca de vosotros y que aceptéis mi solidaridad.

La violencia no es compatible con la dignidad humana. Tampoco, o menos aún, la violencia por motivos políticos. Y, sin embargo, el arco temporal de la Memoria de las generaciones que aún hollamos esta tierra refleja constantes actos de violencia de origen político.

Las víctimas del 36, las del franquismo, las de ETA o las de la extrema derecha y de algunos funcionarios públicos han sacudido nuestras conciencias sin descanso a lo largo de ya demasiadas décadas.

Ante ello, procuro aplicar un sentido de integralidad a mis valoraciones y a mis actos, integralidad presidida por los derechos humanos y por valores como la solidaridad, la justicia y el respeto democrático a todas las ideas y todas las sensibilidades.

Y una visión integral de la Memoria condena TODAS las violencias, denuncia TODOS los crímenes y reconoce a TODAS las víctimas. A todas a la vez, sí, pero a cada una de ellas en particular, evitando así compensaciones que deformen nuestra conciencia.

Nada justifica la muerte de un ser humano; nada justifica la violencia; nadie tiene derecho a ejercerla sobre sus semejantes. Los conflictos (personales, sociales o políticos) han de resolverse por cauces pacíficos.

Todo individuo –dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos- tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.

La inmensa mayoría de los ciudadanos creemos en ello. Y pedimos como el poeta vasco Blas de Otero, la paz y la palabra.

Permitidme traer a este discurso, que es sobre todo vuestro, dos casos personales, por cuanto creo que son oportunos.

Pertenezco a una de las familias más azotadas por la violencia de 1936. Los cinco hermanos de mi abuelo y el hijo de nueve meses de uno de ellos fueron asesinados aquel año. Pero la pobreza, el olvido oficial y el llanto en silencio durante más de 40 años no consiguieron que yo recibiera de mis padres y abuelos una gota de rencor o de sed de venganza. Todo lo contrario. He heredado el compromiso contra la DESMEMORIA y por una paz basada en la convivencia y el respeto entre diferentes.

Mi pueblo, Lodosa, es también uno de los municipios que más víctimas tuvo que contar aquellos años. Y sin embargo, todos los miembros de la corporación municipal fuimos capaces de acordar por unanimidad y por encima de nuestras diferencias políticas la condena de todas las violencias y la solidaridad con todas las víctimas. Un acuerdo del que quisiera citar aquí uno de sus párrafos:

“Tenemos el deber y la obligación ética –señala- de hacer una declaración pública que, aunque tardía, permita saldar esta deuda histórica y contribuya a conseguir una convivencia más justa y respetuosa de todas las ideas, y una democracia más profunda, basada en el derecho a la vida y a la libertad. Una declaración que contribuya a la educación en valores para las generaciones futuras, así como a erradicar la cultura del ejercicio de la violencia política”.

Y, por fin, después de tantos años oscuros, vivimos un momento en el que la paz se abre camino en nuestra sociedad. Es un momento esperanzador que no podemos dejar de aprovechar. A todos nos compete trabajar por ello.

No es fácil. Hay muchas heridas muy profundas aún abiertas. Y la paz que queremos construir no puede ser completa si no saldamos cuentas con el pasado, si no nos enfrentamos a él, al pasado cercano y al más lejano, y si no reconocemos TODAS las injusticias perpetradas, y trasladamos a quienes las sufrieron la solidaridad de toda la sociedad.

Porque todavía hay muchas personas con las que convivimos… o con las que ya no convivimos… que no han escuchado lo que tienen derecho a oír, y por las que aún no se ha hecho todo lo que hay que hacer.

Y necesitamos a todos y a todas para alcanzar una paz justa y para poder mirar los días venideros con esperanza y afrontarlos sin estas losas que dañan nuestra dignidad, la de todos.

La tarea que ya estamos acometiendo es una tarea social y colectiva, pero requiere de forma especial del esfuerzo de las instituciones. Y en lo que nos toca, quiero dejar clara nuestra disposición a aportar nuestra colaboración en cuantas acciones nos acerquen a todos a ese futuro en paz.

Y termino ya estas palabras, pero no sin antes reiterar mi reconocimiento y mi solidaridad a TODAS las víctimas que hoy están aquí representadas, y mi compromiso con una sociedad navarra que pueda vivir por fin en paz con su pasado, porque todas las víctimas, de un tiempo más lejano o más cercano, hayan recibido ya la reparación que merecen.

Un compromiso con una sociedad en la que la dignidad y los derechos del ser humano orienten nuestro futuro.

Que no tengan que venir en el futuro otras generaciones reclamando la memoria porque las instituciones de hoy no hemos sido capaces de reconocerla.

Muchas gracias. Eskerrik Asko.

Vídeo institucional del acto de reconocimiento


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