Mi discurso en el acto de reconocimiento y reparación con motivo del 11 de marzo ‘Día Europeo en recuerdo de las Víctimas del Terrorismo’

Este sábado participé como presidente de la Federación Navarra de Municipios y Concejos – Nafarroako Udal eta Kontzejuen Federazioaren en un acto especial. Es complicado no sonar vacío cuando te diriges a personas que han sufrido tanto dolor. Espero haber estado a la altura. Aquí os dejo mis palabras.


Pamplona 10 de marzo de 2018

Estimadas presidentas del Gobierno y del Parlamento de Navarra, autoridades, amigas, amigos:

Buenos días, egun on.

Es una obligación moral, y a la vez un honor, participar en este acto en el que las instituciones de Navarra expresan una vez más su reconocimiento hacia todas las personas que han sido víctimas del terrorismo en cualquiera de sus formas.

Un acto que celebramos además en el ámbito del Día Europeo en recuerdo de las víctimas del terrorismo, que tanto dolor trae a nuestra memoria. Un acto, en fin, que cobra especial fuerza y singularidad para nosotros, los  representantes políticos, porque nos permite compartir este espacio con quienes habéis sufrido en carne propia esta lacra, y saludaros, y miraros a los ojos, y deciros una vez más que sentimos vuestro dolor y que haremos cuanto esté en nuestra mano para paliarlo y para que nadie más tenga que sufrirlo.

Larga es la historia del terror en nuestra tierra y oscura es la sombra que todavía proyecta sobre nuestra sociedad y que crece aún hoy con nuevos atentados perpetrados por otras manos, pero con la misma sinrazón y la misma crueldad. Y que suma nuevas víctimas a una lista que empieza a parecer interminable.

Víctimas que no siempre han encontrado en la sociedad, o en una parte de la misma, todo el reconocimiento o todo el apoyo que merecían. Por eso, y en representación de las instituciones locales de Navarra, he de expresar aquí, a quienes hoy nos acompañáis, y también al resto de personas que comparten vuestra condición, nuestro reconocimiento, nuestro afecto y nuestro compromiso con la verdad, la justicia y la reparación.

Desde el más profundo respeto, quiero transmitir a todas las víctimas del terrorismo nuestra solidaridad.

Vuestro dolor, de hecho, no es ajeno a nuestras corporaciones locales. Es preciso recordar que hubo días en que los concejales de cualquiera de nuestros pueblos eran objetivo terrorista por la mera condición de sus cargos, y se sucedían los atentados contra la vida o los bienes de muchos de ellos. Personas a las que se negaba el derecho de pasear por las calles de sus pueblos o sus ciudades libres de amenazas y de miedos. Personas que, en algunos casos, pagaron con su vida el precio de la libertad de todos y todas.

Como representantes de las corporaciones locales de Navarra, permitidme recordarlos especialmente. No fueron más víctimas que el resto, pero me corresponde la obligación de traerlos a nuestra memoria y agradezco que se me permita esta licencia.

Actos como el de hoy deben servirnos en primer lugar para reafirmar nuestro compromiso con las víctimas, para expresaros nuestro apoyo y nuestra solidaridad…

Lo hemos venido haciendo. Durante largos años hemos condenado cada acto terrorista, hemos colgado nuestras banderas a media asta, nos hemos plantado en las puertas de las casas consistoriales de nuestros pueblos, hemos recorrido nuestras calles………….. Pero todo ello tal vez fue poco y tal vez fue tarde.

Quizás nuestra sociedad tardó demasiado en manifestar su condena y su apoyo a las víctimas de la única forma que puede hacerse: de forma radical.

Porque esa determinación que ahora manifestamos tal vez pudo acabar antes con el terrorismo de ETA.

Como Schindler en la memorable película de Spielberg, quizás también nosotros debemos reconocer que pudimos haber salvado alguna vida más si nuestra sociedad hubiera sido más firme y hubiera manifestado antes esa firmeza.

Por todo ello, por si alguna vez no sentisteis en tiempos más oscuros todo el aliento y toda la solidaridad que merecíais, os pedimos disculpas.

Por otra parte, este acto debe ser un acto de compromiso, con todos y cada uno de los seres humanos, y con sus derechos. “Todo individuo –dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos- tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad”.

Y asumimos ese credo. Y exigimos su cumplimiento. Y, por tanto, condenamos con toda la claridad y sin resquicios ni matices la violencia terrorista. Nada justifica la muerte de un ser humano; nada justifica la violencia; nadie tiene derecho a ejercerla sobre sus semejantes. Los conflictos (personales, sociales, políticos o ideológicos) han de resolverse por cauces pacíficos.

Y las instituciones tenemos el deber y la obligación ética de contribuir a conseguir una convivencia más justa y respetuosa de todas las ideas, y una democracia más profunda, basada en el derecho a la vida y a la libertad. Contribuir a la educación en valores para las generaciones futuras, así como a erradicar la cultura del ejercicio de la violencia política.

Y, finalmente, este acto nos debe servir para comprometernos con un mundo en paz y libre de violencia. Y para ello, necesitamos de vuestro concurso, el concurso de las víctimas, a quienes no podemos pedir nada, pero de quienes necesitamos tanto.

La tarea alude a la sociedad completa, y más aún a las instituciones. Y, en lo que nos toca, quiero dejar clara nuestra disposición a aportar nuestra colaboración en cuantas acciones nos acerquen a todos y todas a un futuro en paz.

Termino ya mis palabras, pero quiero antes reiterar mi reconocimiento y mi solidaridad a todas las víctimas del terrorismo y mi compromiso con la dignidad y los derechos del ser humano.

[…] quiero reiterar mi reconocimiento y mi solidaridad a todas las víctimas del terrorismo y mi compromiso con la dignidad y los derechos del ser humano

Que no tengan que venir en el futuro otras generaciones reclamando la memoria porque las instituciones de hoy no hemos sido capaces de reconocerla.

Muchas gracias, eskerrik asko.


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